A juicio del jurado, el ganador del Premio Revista Iberoamericana, 2020 es Martín Aguierrez por su tesis “Extirpación de escrituras e idolatrías en los Andes centrales: Francisco de Ávila”.
Así de conciso fue el mensaje que ingresó a la casilla de mail, una carta de elegante membrete y formas netamente académicas que decía muchísimo en ese puñado de líneas. En otras palabras: Aguierrez, investigador de la UNT, doctor en Letras, ganó un concurso de prestigio internacional y verá su tesis publicada por un instituto que funciona en la Universidad de Pittsburgh. Su tesis fue elegida como la mejor de Iberoamérica por un jurado que integraron los doctores Mariela Blanco, Ángeles Mateo del Pino y Hans Fernández. Son muchas emociones que Aguierrez maneja con su habitual calma (exterior). Pero lo que no se disimula es el orgullo por el logro, que es a la vez una caricia para la literatura tucumana. En la tesis, de la que hablará en detalle, confluyeron el investigador y el escritor.
- ¿Cuál es la importancia de este premio en el contexto de la cultura latinoamericana?
- El Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI), que patrocina el Premio Revista Iberoamericana, fue fundado en 1938 en México por personalidades de la talla de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Es una institución de gran trayectoria en el plano académico dedicada al estudio de la literatura latinoamericana, la difusión de escritores, y la discusión de teoría y crítica literaria. Ha sostenido durante décadas el Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana y la Revista Iberoamericana, órgano difusor del Instituto desde 1939 en la que publican académicos y escritores tanto de América latina como Estados Unidos. Actualmente tiene su sede en la Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania. La obtención de este premio es crucial para visibilizar los años de trabajo académico en torno de la literatura y de la cultura latinoamericanas que sedimentaron aquí en Tucumán, de la mano del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos (IIELA) de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, donde me formé y me sigo formando.
- Trabajos que no siempre encuentran el modo adecuado de visibilizarse, ¿no?
- Obtener un premio de estas características es un reconocimiento también a quienes pensamos América latina desde el NOA, con todas las dificultades que eso supone en términos de difusión de nuestras publicaciones, de lejanía respecto de los centros intelectuales hegemónicos y desde la universidad pública. Retomo la idea de sedimento porque creo que esta distinción es un homenaje a los modos de leer y problematizar la literatura que han sedimentado a lo largo de los años con mis maestras María Jesús Benites y Carmen Perilli, y en diálogo continuo con el equipo del proyecto “Políticas de la literatura en América Latina”.
- ¿Qué implica una distinción de esta clase en la carrera de un investigador?
- En alguna medida es estimulante y revitaliza la apuesta a la investigación en ciencias humanas en general, y de la literatura y las producciones discursivas coloniales en particular. Es importante destacar que esta investigación fue posible gracias a la financiación de una beca doctoral del Conicet, que permitió concretar (no sin dificultad) un trabajo de archivo en Lima, conseguir material bibliográfico no digitalizado, acceder a ediciones críticas de los manuscritos estudiados y dar alguna tranquilidad económica para la escritura final.
- ¿Y cómo se lo capitaliza?
- Destaco estos aspectos porque ponen en el centro de la escena la importancia de seguir sosteniendo en el tiempo políticas públicas de ciencia e investigación, que permitan dar continuidad a investigaciones de excelencia en las universidades públicas, y que la investigación en humanidades sea valorada social y económicamente como una carrera que los más jóvenes elijan a futuro. Esta es, a mi entender, la forma en que se capitaliza este tipo de reconocimientos.
- ¿Qué elementos de la tesis crees que fueron determinantes para el jurado?
- No sé cuáles fueron los criterios determinantes. Sí creo que es un trabajo serio que aborda la complejidad del mundo colonial siempre atravesado por la violencia y un haz de tensiones que mantiene abierta la herida de la conquista. Lo hace a partir de un abordaje interdisciplinario, una caja de herramientas provista de lecturas que provienen de los estudios coloniales latinoamericanos; de los estudios históricos andinos y europeos; de la historia cultural de la lectura, el libro y la edición; la teoría literaria y cultural, y el análisis filológico.
- ¿Qué te llevó a abordar este tema para tu tesis doctoral?
- La elección estuvo signada por la continuidad, la anacronía y la superposición. Durante la carrera de grado concreté la tesis en torno de la escritura de Washington Cucurto, escritor argentino contemporáneo, creador de las primeras editoriales cartoneras del país, figura emergente a partir de la crisis económica de 2001 (la tesis se publicó bajo el titulo “Palimpsesto profano: la escritura de Washington Cucurto”, 2016, IIELA). En paralelo, mantuve una curiosidad por la violencia de la conquista de América y las múltiples producciones discursivas que se articulan en torno de ese momento fundacional. Recuerdo el primer encuentro con un texto colonial en la biblioteca del IIELA: la “Relación de Antigüedades de este Reyno del Pirú del indio bautizado Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui”. La edición, a cargo de Pierre Duviols y César Itier, es muy imponente, porque se lee a dos aguas: el manuscrito del lado izquierdo y su transcripción paleográfico del lado derecho. En ese texto me topé por primera vez con el trazo del extirpador de idolatrías Francisco de Ávila (personaje central de la tesis doctoral) interviniendo un texto ajeno. Acechando desde los márgenes de la hoja, Ávila lee, anota, traduce del quechua al castellano y articula la narrativa del pasado incaico con la narrativa bíblica.
- Unir a Cucurto con Ávila es toda una aventura...
- Del esfuerzo intelectual y visual que supuso enfrentarme a ese texto colonial a los 22 años surgió una continuidad imposible, anacrónica, diría, entre la tesis sobre Cucurto y los textos de la colonia: la materialidad del libro (su cuerpo, su soporte) y las figuraciones de autor, editor, lector. La escritura de Cucurto la estudié en esa clave: impactado por las ediciones cartoneras colorinches y el rol de editor, autor, lector, personaje de Cucurto. La materialidad del manuscrito de la Relación de Pachacuti Yamqui era también una caja de resonancia de las disputas por la autoría, la escritura y la narrativa del pasado incaico a comienzos del siglo XVII, en pleno contexto de colonización y evangelización del territorio andino. De esa lectura salteada en el tiempo y el espacio, yendo del presente al pasado, de Buenos Aires al corazón del mundo andino, de la ficción del siglo XXI a la imaginación histórica de las textualidades coloniales, surgió la temática de la investigación doctoral.
- ¿Quién era Francisco de Ávila?
- El doctor Francisco de Ávila es una figura clave en la escena cultural y política de la Lima del siglo XVII. Fue un mestizo, hijo expósito, cura doctrinero, extirpador de idolatrías, canónigo de la Catedral de los Reyes en Lima y dueño de una de las bibliotecas privadas más importantes y costosas del Perú. Ávila nace en 1573 en Cusco y muere en 1647 en Lima. Me resultó fascinante, porque su trayectoria vital, política y eclesiástica explicita un entramado de conflictos que se observan, por ejemplo, en su rol de extirpador de idolatrías de los indios, y en el gesto de conservación del pasado y la cultura de la comunidad de Huarochirí, de la que fue cura doctrinero, además de haber recopilado los mitos preincaicos en el Manuscrito quechua de Huarochirí (tarea que lleva a cabo junto con un grupo de indios bautizados e informantes).
- ¿Por qué es importante conocer su trabajo?
- Su figura es pura tensión: está ubicado entre la destrucción y la conservación de lo indígena, en un contexto moderno-colonial complejo en el que siempre está en juego sostener la posición social y racial como mestizo e hijo expósito; una sociedad jerarquizada y codificada según el discurso de la limpieza de sangre. La tesis profundiza esta tensión concentrándose en Ávila como lector/autor, y a partir de un conjunto de manuscritos propios y ajenos que él esconde en lo profundo de su biblioteca y nunca publica, yo ingreso a ese mundo de la escritura y la lectura, porque considero que esos anaqueles cargados de libros y manuscritos son una condensación semántica de operaciones de archivo, traducción, lectura y escritura en los que resuena una dinámica colonizadora. Es una economía de extracción/extirpación, una política de la letra y la dominación, el ingreso del pasado prehispánico a las redes totalizadoras de la narrativa histórica de Occidente.
- ¿Cómo lo vinculás con la actualidad?
- Creo que es importante aproximarse a las tensiones que propone esta figura porque en algún punto sigue interpelando nuestro presente latinoamericano. Los discursos coloniales tienen la fuerza de la ruina: interpelan el presente desde el pasado y, al mismo tiempo, conservan en su interior un impulso de futuro. Uno lee la violencia de las ceremonias de extirpación idolátrica, la quema de huacas, el castigo corporal a los “indios apóstatas” y el llamado a una verdadera conversión religiosa, y no puede dejar de preguntarse cuánto de esa escena pervive en las imágenes del presente político de algunos países de América latina; cómo el fundamentalismo religioso se acentúa al punto de que los bordes afilados de una escena en ruinas del siglo XVII resuenan en estos tiempos.
- ¿Qué temáticas y orientaciones tienen por lo general las tesis doctorales sobre el campo literario tucumano? ¿Qué distingue la tuya del resto?
- No conozco en detalle las tesis doctorales sobre el campo literario tucumano; puedo decir que hay una multiplicidad de temas y orientaciones. En particular, mi tesis está vinculada con el campo de los estudios coloniales latinoamericanos, y eso supone un trabajo con otro tipo de texualidad, y con una escritura alejada del registro ficcional y literario. Sin embargo, el tipo de trabajo con la lengua y el discurso se vuelven cruciales para abordar el corpus de manuscritos estudiados. Esto implica, desde mi perspectiva, desestabilizar la condición de “documento histórico”, “intocable”, cargado del aura de la historia con mayúscula, para permitirse también un acercamiento desde la enunciación y las disputas, resistencias y negociaciones por el sentido que construyen los sujetos textuales desde sus posiciones de poder.